La composición musical es el proceso por el cual se da orden y movimiento a los elementos de una pieza artística. Una división simplista de la música occidental puede distinguir dos lenguajes en cada canción: musicalización y letra. Ciertos géneros musicales jerarquizan a lo sonoro, incluso desprendiéndose de la literatura. Otros, por su parte, su mayor fuerte está en la escritura más que en el propio ligamento musical.
Al igual que los escritores fantasma, existen compositores/as que existen a la sombra de sus intérpretes. Algunos de estos viven en una comodidad bastante respetable, pues no les interesa la luz de los reflectores. No obstante, algunos personajes han sido orillados al olvido por razones históricas, sociales e incluso estructurales. Tal es el caso de María Teresa Lara, hermana de El Flaco de Oro, Agustín Lara.
María Teresa Lara Aguirre del Pino nació en 1904 en Puebla. Creció junto a su único hermano, aunque al madurar, éste saldría del estado para llegar a la metrópolis mexicana. No existen registros sobre cuándo empezaron sus intereses musicales, aunque sí se sabe que nunca vivió de ello, ya que durante un tiempo se desempeñó como secretaria.
La luz y edificación simbólica de Agustín Lara no ha creado sino más que claroscuros en la historia de María Teresa. Son tantos hoyos que ni siquiera se sabe concretamente cuánta importancia tuvo en la escritura del intérprete mexicano, aunque, de lleno, es acreditada en más de 50 canciones. Entre estas: Piensa en Mí, Amor de mis Amores y, probablemente, una de las canciones con más carga regional y de identificación para la cultura mexicana, Veracruz.
Las piezas de la historia de María Teresa Lara están compuestas de testimonios de dudosa procedencia, pues no ha se aplicado rigor, ni metodología, menos interés en su vida y obra. Claudia Chibici-Revnenau, investigadora de la UNAM, recupera muchos de estos solo para perder cada vez más la noción de la compositora. Algunos testigos confirmaban aprendió a cantar bien, misma idea que entristecería más el paso de María Teresa, pues de haberse desarrollado en un ambiente social distinto, tendría una imagen más estoica.
No se puede conocer con razones justas la relación que tenía Agustín y María Lara en la carrera del primero, pero sí se puede distinguir uno de los juicios por las cuales la compositora (o letrista) ha estado tan cercana al olvido: el signo que representa Agustín Lara. Si se tuviera que describir la herencia cultural de El Flaco de Oro en palabras simples saldrían expresiones como nostalgia, romanticismo, época, pero con mayor peso, el sentido regional y nacional del intérprete.
Es difícil que los compositores tengan el mismo reconocimiento que los/as intérpretes, a final de cuentas, estos últimos son los que dan la figura pública donde se ven las expresiones artísticas, sean ajenas o propias. Tampoco se debería desechar la carrera de Agustín Lara, ni a aquellos que le han estudiado. Una resolutiva más ecuánime sería replantear la imagen del intérprete. A final de cuentas, María Teresa fue parte activa e importante del bolero en México, aún cuando ella no fuera quien estuviera detrás del micrófono.
Lo cierto es que María Teresa Lara fue una mujer dentro de una cosmovisión muy rígida. Los roles femeninos eran severos. El detenimiento al desarrollo artístico de su propio tiempo es un hecho, pero también es verdadero que María tenía un sinfín de motivos para escribir como lo hizo: su tierra, preocupaciones, su inmenso amor por Nicanor Guzmán, etc.
La imagen y legado de Agustín Lara debería entenderse con un espectro más completo y extendido. Su voz era impecable, pero, a su vez, reconocer que parte del disfrute estético tiene que ver con la pluma de María Teresa es un acto de reivindicación. Por otra parte, desprender valores de identidad y sistema patriarcal que permitieron que los aportes de la compositora fueran suprimidos a nada.
De nuevo, varios de los y las compositoras viven en estado de gracia, ya que sus inquietudes están en la escritura y no en la interpretación per se, pero también hay grados de injusticia en los casos como el de Agustín y María Lara. Mientras el valor cultural de El Flaco de Oro se sostiene en un sistema de valoración basado en el género y el propio machismo estructural en México, María Teresa Lara aún no es descubierta en su totalidad a pesar de que sus letras son cantadas por generaciones enteras.
Mientras las enunciaciones sobre María Teresa se sostengan en “la hermana del famoso intérprete” los esfuerzos por recuperar su historia parecen vagos. En 2018, se inauguró un busto dedicado a la compositora en su natal Tlatlauquitepec, Puebla. Discreto y enteramente realizado con fines de turismo y no como un intento de recuperación y dignificación. Por otro lado, El Flaco de Oro tiene una estatua en España, aún regida a pesar de haberse investigado un posible plagio a un compositor madrileño.
No se trata de estatuas, libros y documentales, sino en una profunda resignificación de aquellos “genios” que se promulgaron en un entorno donde la mujer era silenciada u orillada a un papel de ayudante. Es desmitificar, pero ante todo, reconocer a mujeres como María Teresa Lara, una compositora fantasma (obligada).
Bibliografía:
Chibici-Revneanu, Claudia. (Enero-Diciemebre 2020). Hermanas olvidadas de “genios” mexicanos: María del Refugio Ponce y María Teresa Lara. Entreciencias: Diálgoos en la Sociedad del Conocimiento. ENES Unidad León, UNAM.